En 1972 el graffiti
se convirtió en un problema político para la ciudad de Nueva York, por lo que
se llevaron a cabo una serie de medidas y programas de actuación y se
realizaron numerosas declaraciones publicas sobre el tema.
Las autoridades
pensaron que los graffiteros menores de 16 años solo podían ser
amonestados y no juzgados aunque cuando
fueran sorprendidos en pleno acto. En cambio, los mayores si podían tener penas
de hasta un año de cárcel.
Sanford Garelik,
por aquel entonces Presidente del Concejo comentó que el graffiti contaminaba
el ojo y la mente y que podía ser una de las peores formas de contaminación que
había que combatir.
Más tarde, se propuso que se multara o encarcelara a todo aquel que fuera
sorprendido en un edificio o instalación municipal con un spray abierto en la
mano.
¿Qué os parece?
Castleman, C. (1982).Getting up. Madrid: Capitán Swing.
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